Las cenizas de la noche
clavan en el aire quejoso
los colmillos arenosos
sedientos de tez cuarteada,
endurece el vapor friolero
como sarta de sartén anquilosado
desinchando el mantón plegado
de oscuridad pegajosa,
elástica...
Finada al crujir la moneda de luz
metálica, sobria, nublada
por el fuego quemándose en su interior,
y los residuos llueven
mojando el mar evaporado,
y el viento solidificado
se dehace en la penumbra del día,
y la luz oscura brilla atenuada
como el fulgor de la lumbre acuosa;
humeante la sombra vuela
y sus alas grises, desplumadas
meciéndose en el sereno
colgado de los estambres del tiempo,
pelonean con púas de arcilla
hasta agotar la noche.
Julio Medina
20 de marzo del 2013
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