Ven,
humedece mi hombro de tristezas y pesares,
de esas heridas de amor que atormentan tu quebranto,
soy esponja fascinante, el escurrir de tus mares,
de la lluvia de tus ojos, del sosegar de tu llanto.
Derrama sobre mi cuerpo el sufrimiento que aflige,
quiero tolerar contigo las lágrimas de ese dolor,
y así sacar para siempre la fatalidad que en ti rige,
permíteme ser aliciente y también confortador.
Deseo entres en mí y seamos dos en uno,
tu alma junto a la mía entregadas a un mismo ser,
unidos dos corazones sin sentir temor alguno
y la dicha de amor jamás poderla esconder.
Eres de todas las rosas de las que no tiene espinas,
tu fragancia grata es divina ¡incienso caído del cielo!
En el jardín interior los pétalos desiguales refinas,
te ofrezco todo mi amparo, enjugarte en mi pañuelo.
Cuando te sientas agraviada y el ánima decaída
busca el calor de mis brazos, en ellos tendrás sosiego.
Nada tienes que decir, ya no te sientas perdida.
Amor, mi amor sincero sin medidas te entrego.
Julio Medina
23 de agosto del 2011
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