¡Y mira que temía perderte!
Esos aires de dudas y resentimientos
vacilaban en mi mente;
este encuentro me causaba miedo
el temor de todo el tiempo sin verte
hartado de argumentos
se edificaba inconscientemente,
barrera de enredos,
muro marrullero creando cizañas
en donde tu infancia viciaba...
Inocente chiquillo,
gratificas mi alma con tu presencia,
separando de ella la soledad huraña
donde mis noches y mis días lagrimaba;
no existe fortaleza o castillo
que el amor no pueda derrumbar;
dicen que el amor de madre siempre lleves
por la vida dentro de tu ser,
como ese nadie más te habrá de dar,
pero el amor a un hijo no lo puedes dejar
te hace tan fuerte, haciendo que te eleves
hasta el corazón abastecer.
¡Ay, mi niño, no te dejo de abrazar,
ese vasto miedo a perderte
me hizo comprender
cuánto puedo llegar a quererte!
Julio Medina
8 de enero del 2013
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