domingo, 1 de abril de 2012

¡Cuántas veces!...

¡Cuántas veces te he hablado de mi angustia, soledad,
y en la desdicha de tu calvario las lágrimas nunca terminan!

¡Ya no son las torrentes dolientes las que recorren las mejillas
soltando residuos salobres, los que un pañuelo mustio hecho añicos recoge!

¡No se escucha el eco deprimente del gemido lastimoso que cercena
los oídos, no tengo llanto infamante para despertar el silencio dormido!

Este dolor a nadie le comparto, se apoderó de las entrañas del alma,
quien grita sumergida en la basta oscuridad donde no existe la muerte.

De los ojos ya no salpican lágrimas marcando su rastro al pasar,
solo se siente aridez resquebrajada, ardorosa, impecable en la tristeza.

¡Cuántas veces te he hablado de mi angustia, soledad,
pero te gozas y disfrutas al verme sumido en el desamparo!

¡Qué daría yo para que tú abrieras la puerta oculta de la inconsciencia,
y derribaras la cortina pesarosa que obstaculiza mis pasos!

¡Oh, soledad! el infortunio atrofia mi pensamiento ¡qué desvarío!
Me arrancas las fibras del alma y las dejas volar en el eterno vacío.

Sin importarte le haces huecos a la fuente de mis ojos irradiando
desértico sentimiento, y su lamento agobiante lesiona el origen de la ventura.

¡Cuántas veces te he hablado de mi angustia, soledad,
pero tú solo te fijas en los rayos grises extintos de la luna negra!

Julio Medina
1 de abril del 2012







¡CUÁNTAS VECES!... - (c) - Julio Medina

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