La angustia socava mis ansias cuando llegas,
ausentes palabras, de tu boca no sale alguna.
El silencio vaga en la inmensidad del mar a ciegas
y se va hundiendo en la oscuridad de la luna.
De un amor extraño surge el ego cambiante.
¡Pobre del alma, la has desesperado!
A veces dices tantas rarezas al instante.
¡Qué más he de esperar de un amorío terminado!
De mi vida he cedido lo mejor
de lo más exquisito atesorado en mi ser,
pero aún así me tratas con tanto rencor
por cosas que ya no logro entender.
El corazón temeroso, atestado de miedos
sufre en la afinidad que ha variado.
Con preocupación en el ambiente quedo
cuando tarde en la noche has llegado.
Le das suma importancia y atención a otras cosas
mientras a mí me dejas en soledad a la deriva,
hace tiempo no te veo deshojar las rosas.
¡Ellas te cautivaban tanto! Estabas adictiva.
¿A dónde fue el amor?... ¡Si me juraste!
Tus manos despojaban seda con cada caricia,
Hay un tono de voz hiriente, se denota el desgaste
de nuestra unión claudicando en la destricia.
¡Si ya no me amas como una vez me amaste!
¿Por qué he de escuchar las tonterías que hablas?
Abortaré del miedo su pronunciado contraste
y lucharé por ese tierno amor, el que antes me dabas.
Julio Medina
28 de octubre del 2011
Un poema que nos deja entrever que lo mejor de una relación claudicada es una comunicación sin recelo llena de verdades que en ocaciones callamos, todo un gusto leerte amigo
ResponderBorrar