Aquella mañana de ti me enamoré
desde que te descubrí, fue mi primera vez,
sin condiciones el amor entregué
junto a ti imaginaba llegar a la vejez.
Lo más sensible de mi existir
atestó tu vida de quimeras,
estaba hechizado al poder sentir
el tierno afecto que a mi corazón le dieras.
Cuando se manifiesta la adversidad
consumiendo los cimientos del hogar
la dicha se transforma en infelicidad.
Por falta de valor no me quisiste apoyar.
Excusas, solo excusas me decías
mientras yo solo purificaba el veneno.
El veneno me agobiaba día tras día
aquejaba mi vida, no dejaba nada bueno.
¡Te necesitaba a mi lado tanto!
Desatendido sucumbí ante el padecimiento
buscaba abrigo, calor, consuelo bajo tu manto,
pero nunca acudiste a sanar el sufrimiento.
Aunque lejos de mi tierra duele más
en la comarca ajena encontré paz para mi alma,
me abandonaste porque no supiste jamás
darme sosiego y algún remanso de calma.
Si ahora pretendes otra vez volver a humillarme
con las mismas falacias del tiempo aquel,
te diré que no encontrarás razón para que armes
los pedazos rotos del viejo anaquel.
Julio Medina
7 de septiembre del 2011
No hay comentarios.:
Publicar un comentario