No me
apartes de tu presencia
ni me
quites el Espíritu Santo,
me he
alejado de todas mis transgresiones
para
cobijarme bajo tu glorioso manto.
A tu
llamado he venido convencido,
entendiendo
del evangelio su poder,
reconociendo
en Jesucristo, a tu hijo
como su
siervo estoy dispuesto a obedecer.
Es muy
poco lo que tengo que ofrecerte
comparado
a la grandeza de tu amor,
quizás
mi fe sea tan poca para yo tenerte
dentro
de mi contristo corazón.
Eres
Dios fuerte, y es inmenso tu poder,
y sé
que harás de mí
un
montón de maravillas,
en tus
manos he de ser edificado;
ante ti
estaré para siempre de rodillas.
Siendo
tú el alfarero de lo imposible;
-de
piezas rotas haces nuevo corazón-,
es tu
verdad de mi pensar el combustible
que me
conduce hasta ti…
sin
preocupación.
JM.
2 de
julio del 2018