Atroz el dolor que la embarga, cruel desvarío,
causaba
desánimo la palabrería
ensalivada de veneno que por la lengua babeada
en las fauces
de Bárbara odio insaciable brotaba.
¡Y no le
conmueve el terrible golpe
asestado
con toda intención a Sentida!
Siendo
tan certera le destroza el corazón,
desbarata
a su propio origen sin más razón
que la
de disfrutar aquel suplicio insano;
de su
acción se jactaba,
y
justificaba la espantosa humillación,
despiadada,
maquinada,
sacada
de una película de horror.
La
pupila prepotente, empolvada de orgullo
vestida de soberbia y envanecida,
desollaba
con sus propias garras
la
causa que la trajo
hasta el eje de este
mundo imperfecto;
enjuagaba
con lodo
ante
los ojos incrédulos del murmullo
el amor
que una vez aquella parida
le dio
desde sus entrañas…
Y todos
tuvieron pavor,
y todos
miedo sintieron,
pero para remediarlo
nada hicieron.
nada hicieron.
Y yo
que estaba tan cerca de Sentida,
veía
como la irritación de Bárbara desgastaba
aquella
débil esperanza de perdón,
de intrínseca reconciliación
que
aquella madre buscaba.
¡Y secaba
con mis manos
el
llanto estrepitoso que rodaba
por las
mejillas quebrantadas;
recogía en mis brazos sus lágrimas de angustia,
intentaba
calmarlas en mi pecho turbado!
Mi corazón
confuso comenzó a sentir
el
mismo dolor que estremecía a Sentida;
era llanto
agudo, de gemido pesaroso,
un cántico
nostálgico
tajeado con puñal de acero en la intimidad
de las fibras del alma.
de las fibras del alma.
¡Manaba
sangre el agravio como creciente del rio;
acosaba el flujo turbulento,
impetuoso, continuo!…
Desaguaba
lamento la queja incontrolable;
y al final, tuve
que resignarme ante tanto quebranto,
porque
también comencé a sufrir lo mismo que Sentida…
Al
intentar aliviar la severidad
de
aquella angustia imparable,
quedé inerme;
ni tan
siquiera pude detener
del
diluvio la tempestad de lágrimas;
mas lo
único que conseguí hacer
fue
llorar con ella.
Julio
Medina
22 de
enero del 2017